Lo mejor las recepcionistas, amabilísimas, la habitación mínima, no podíamos ni colgar las toallas en el baño, los muebles escasos y penosos, parecían sacados de un rastrillo, el desayuno muy pobre, sólo se salvaban los trocitos de fruta y los croissants.Lo único bueno es que está al lado de Términi y del museo Máximo.Al llegar teníamos dos paquetitos de galletas que creímos que eran un detalle de bienvenida, pero al marcharnos nos las cobraron y bien caras. No volvería ni lo recomiendo.