Muy familiar, los dueños encantadores, aún no sabiendo hablar español en todo momento se preocupaban por nosotros. El desayuno buenísimo, con pan casero. Las cenas espectaculares, cocina tradicional Maltesa.
El sitio muy bonito, todo muy limpio y bien cuidado.
La ventana azul está muy cerca cogiendo el bus 311, al igual que Victoria.