Hotel algo alejado del circuito turístico, pero con parada de metro cercana y cerca de la Lonja de pescado. Viendo el ruido de la ciudad se agradece la tranquilidad al llegar al hotel. Nos alojamos en la planta 37, con buenas vistas al río. La habitación nos sorprendió mucho pues era muy amplia, con sillón de masaje y dos camas, además de sillón , mesita y espacio suficiente para las maletas. Relación calidad precio, inmejorable.
Desayunamos fuera del hotel y hay muchos sitios entorno a la parada de metro.
Cenamos en el restaurante de la planta 32, un Tepanyaki, un lujo, pero mereció la pena.
En general, el hotel ha ayudado a que la estancia en Tokio sea mucho mejor.