El hotel, en general, es malo. Cuando llegué, que fue pasado de las 15 hrs., mi habitación no tenía toallas, para mi segundo día de estancia hasta me quitaron la toalla de manos. El jabón es de pésima calidad y no colocan crema corporal. La cama era cómoda pero la distribución de los muebles era espantosa. La llave de agua caliente en la regadera simplemente no servía.
El desayuno que incluyen puede ser "llenador" pero el sabor es horrible. El pan está duro.
La fortaleza, como lo digo en el título, radica en la señora que está en recepción por la mañana y la señorita de la tarde (lamento no poder recordar sus nombres). Son rápidas, eficientes y amables (algo raro en Panamá) y siempre se muestras con disposición para apoyarte en lo que necesites.