Nos alojamos en este hotel en el mes de agosto y nos pareció desde el primer momento un hotel acogedor, tranquilo y con muy buen servicio.
En cuanto a las habitaciones, destacan por su limpieza, de estilo tradicional mallorquín. Se dormía muy bien, sin ningún tipo de molestias ni de ruidos.
Sobre el restaurante, el desayuno era muy variado y destacaría que es de los únicos hoteles que hemos visto con zumo de naranja natural. Sobre la cena, siendo a la carta, los platos son muy variados, de calidad, y con muy buena presentación.
La piscina es muy tranquila y está bastante limpia. En cuanto a las zonas comunes, están muy bien cuidadas, destacando el interior por sus objetos y obras de arte.
En definitiva, es un hotel que deja con ganas de volver.