Es un hotel pequeño, con 7 habitaciones, lo que le hace un sitio especial y muy acogedor. Es lo contrapuesto a esos megahoteles en los que, por desgracia, parece que te tratan como "ganado". Tiene parking gratuito, importante para su ubicación en el centro del pueblo. Desayunas en un patio canario (espectacular). El restaurante (solo lo "probamos" por la noche), es un sitio imprescindible si te gusta comer bien. Productos de calidad y una cocina franco-canaria muy original. Vinos de la isla y por supuesto también franceses (los dueños son de esas tierras). El maitre-camarero-animador-dueño, Yann, es un autentico artista de la restauración (de la cocina la artista es su mujer Nathalie) y de la vida.... En resumen un sitio muy recomendable.