Nada más llegar, nos llamó la atención la fachada de piedra sucia por el hollín de los coches y los cristales sucios. En los alrededores se ven prostitutas, aunque esto es normal en las grandes ciudades. Al entrar no estaba tan mal. Las habitaciones, aunque amplias y bien insonorizadas, tienen una forma extraña y la cama que nos tocó estaba vencida del uso. La limpieza estándar, el desayuno aburrido y de poca calidad. Las sillas muy sucias y al comedor le hace falta una limpieza a fondo que seguramente no hacen en años... por destacar algo, el zumo de naranja natural, aunque hay que exprimirlo personalmente, y una máquina de tortitas que los niños no dejan de tocar, un día estuvo fuera de servicio por avería causada por los niños que campaban a sus anchas por el salón, tocándolo todo.