Cuando llegamos, de noche, salió a buscarnos un chico a la plaza donde nos dejó el taxi. Le seguimos por unos largos corredores, llenos de tiendecitas ya cerradas, con intenso olor a especias, hasta llegar a una pequeña puerta de madera tras la que se encontraba nuestro refugio. La casa en sí es muy bonita, de tres pisos,con un patio en la planta baja con una piscinita central, con una fuente en un extremos llena de pétalos de rosa y hermosas columnas flanqueándola, que conforman una estancia acogedora y relajante. Pasamos tres días muy gratos, en una hermosísima suite, con un servicio excelente y muy acogedor. Bonitos detalles tales como rosas en el baño, que cambiaban todos los días y dátiles y naranjas en la habitación. Buen desayuno todas las mañanas, elegantemente servido. Muy eficiente también la señora que trabaja en el hamman. Repetiremos seguro.