Lo primero que diría es que las habitaciones son surrealistas. El suelo parece un tobogán, con multitud de desniveles, y el espacio disponible es ínfimo. No teníamos lugar para dejar las maletas ya que la cama de matrimonio casi ocupa la totalidad de la habitación. Teníamos dos habitaciones (éramos dos parejas) y una de ellas era particularmente agobiante, con la cama contra la pared. Hacía algo de calor en nuestra habitación, pero no se podía abrir la ventana y no se contaba con climatización. El cuarto de baño era pequeño, pero por lo menos era correcto, Otra cosa es que a veces el agua no tenía presión.
El desayuno costó 10 euros por persona. Era bastante austero, ya que no había variedad.
La habitación de mis amigos tenía un fuerte olor a piés.
Otro detalle era la colocación de los secadores de pelo: en nuestra habitación estaba en el cabecero de la cama; en la de nuestros amigos, debajo de la tv, casi en el suelo.
En definitiva, lo mejor fue la amabilidad del personal. Atendieron todas las cuestiones que les planteamos sobre la ciudad.
Recomendaría otro hotel para visitar la ciudad, ya que el precio no es precisamente barato y su calidad es muy mediocre (como un una estrella, si acaso, en España)