Siempre me ha gustado este edificio, desde siempre me han maravillado sus detalles, y cuando reabrieron el hotel, quisimos ir a disfrutar de él. Tuvimos la suerte de quedarnos en una exquisita pieza, con una antigua tina restaurada grande y profunda, en un baño amplio, de techo infinito, agradable decoración y amplia ventana. La verdad es que todo andaba bien, pero esperábamos más que eso, queríamos excelencia, y eso, eso no lo encontramos.
Los cuadros están pegados chuecos, medio tirados al voleo, el aseo mediocre y el desayuno no tenia rico café, pero a pocos pasos encontramos una cafetería donde pudimos tomar un capuchino. El staff del hotel disparejo; el del día del check out excelente, no así el de la noche de la llegada.
El hotel se presta para ser uno de los mejores hoteles boutique de Santiago, pese a que el barrio, día a día lo dificulta más. Esperamos mejoren los detalles y entreguen una calidad de servicio y estadía, a la altura de la magia que el lugar entrega.