Mi experiencia en este hotel fue agridulce. Y es que aunque la habitación cumplió con lo ofrecido, el desayuno es de autoservicio y de buena calidad, y la ubicación del local es óptima para visitar a pie el centro histórico de la ciudad, el primer inconveniente enfrentado es que el único acceso al hotel es por una larguísima escalera y no hay siquiera un colaborador designado para ayudar con subir y/o bajar el equipaje. Luego, apenas al segundo día se me debió cambiar de habitación por una filtración de agua que afectaba al negocio de la planta baja; encima, ese mismo día se suspendió el suministro de agua por las tuberías de todo el edificio por un desperfecto, justo mientras me hallaba en la ducha; ergo, un edificio de la época colonial con esa frecuencia de vicisitudes evidencia falta de mantenimiento. Pero lo más molesto fue que, para terminar de bañarme ese día y previo aval de la recepción, las dos botellas de agua que había en el minibar y que debí consumir al efecto, se me intentaron cargar a la cuenta al momento del check-out, de cuyo pago me libré solo por mi insistencia en que se indagara, en lugar de que al menos se me brindara una disculps o se me compensara por el súbito y molesto desabastecimiento de agua. Esos detalles son los que invitan a buscar otras opciones de alojamiento en el futuro.