Estuvimos alojados en una standard twin room, ensuite. La ubicación es extraordinaria, a un paso de todo y a pesar de estar cerca de la zona movida de la ciudad no es muy ruidosa. El personal es amable. De hecho, llegamos a las 11.30 pm y realizamos la entrada sin problema. La excepción la encontramos en el señor de recepción del viernes por la noche que pretendió cobrarnos tres euros por las toallas y que, no sin cierta resistencia y varias consultas al ordenador para comprobar el tipo de habitación contratada, desistió tras asegurarle que el chico de la noche anterior no nos las había cobrado. El sábado al pedirlas por la tarde y estar otra persona nos las dieron sin ningún problema por lo que por evitamos un nuevo encontronazo con el señor que esa noche también estaba. El desayuno propio de un hostel, es decir, pobre. La habitación bien de tamaño pero espartana, con tan solo un armario viejo, desvencijado e inestable con dos perchas. Las camas no son cómodas, mi colchón tenía una pronunciada inclinación en el lado derecho. La limpieza en la habitación brilla por su ausencia. Memorable fue la de pelos y suciedad que salió de debajo de la cama al sacar las chanclas que habíamos debajo de ella. La habitación no la hicieron ninguno de los días de la estancia. Pagamos 98 euros por noche así que la relación calidad/precio pésima, aún siendo Dublín.