Hotel en plena reforma, estaban dando los últimos retoques de pintura y de electricidad cuando nos alojamos. La habitación muy confortable y con muebles nuevos, la cama muy cómoda y la ducha con mucha presión.
Lo malo que nos tocó en la tercera planta y no tiene ascensor, pero nada grave ya que muchos edificios en el centro de Nápoles no lo tienen.
El barrio es un poco sucio y dejado, pero lo mismo, como toda la ciudad.
El equipo humano muy bien, amables y serviciales en todo momento. La mujer de cocina, para el desayuno ya se sabía lo que queríamos al segundo día, hace unos capuccinos deliciosos y al buffet no le falta de nada.
En cuanto a la ubicación es magnífica ya que se sale directo a la plaza de Garibaldi y de ahí puedes ir a todos lados por metro, tren o bus.